Los paseos se diferencian de las huidas en que no puedes mirar continuamente hacia delante. Un paseo, incluso los más largos, te devuelven siempre al punto de partida. A veces ocurre sin prestarle atención, pero incluso en esas ocasiones, llega el inevitable momento de decidir; seguir caminando o dar media vuelta. Yo hoy tengo ganas de pasear.
El problema es que hace bastante frío, incluso para los que hemos nacido en esta estación, sin remedio condenados a enamorarnos del cielo lleno de nubes, las mandarínas y las castañas. Pero yo hoy tengo ganas de pasear…y pasearé.
Me preparo un té, cojo mi libro y me siento junto a la ventana bien pegado al radiador, pongo los pies descalzos encima del sofá, justo de la forma que hace enfadar a mi madre, y leo.
El niño con el pijama de rayas (John Boyne): A estas alturas es un libro de sobra conocido. Me ha parecido inocente, corto pero directo, y sobre todo tiene un sabor agridulce que me encanta. Uno de esos libros que deja un recuerdo permanente y la firme decisión de no ver jamás la película a pesar de estar convencido será buena. Lo único que no me gusta de los libros en los que aparecen niños, es que, muchas veces, la personalidad que se les da no es realmente la de un niño, si no la de un adulto pensando como un niño. Hay una diferencia sutil pero que marca la diferencia en credibilidad.
Hace mil años que estoy aquí (Mariolina Venezia): Mi reencuentro con el realismo mágico ha sido tal y cómo me lo esperaba. Desde la primera página te atrapa la originalidad y esa forma de escribir más propia de Gabo que de imaginar en una escritora italiana. Lo único que desmerece de este libro es la velocidad a la que transcurre la trama. Mariolina debería haber escrito el triple de páginas para aprovechar la historia al máximo.
La Bodega (Noah gordon): Cuando lees un libro y te gusta la manera en la que está escrito además del contenido, no puedes evitar leer cuanto cae en tus manos del mismo autor. Noah Gordon por el momento no me ha decepcionado. Un libro que está muy bien documentado. Todo encaja a la perfección como un puzzle de mil piezas en el que nada, ni una sola palabra, está escrita por azar. Una vez empezado, te sorprenderás leyendo sin poder parar incluso en las seis últimas páginas de agradecimientos. La bodega, puede ser el mejor libro que he leído en unos cuantos meses.
Y mientras sigo leyendo, me pongo buena música.
sábado, noviembre 29, 2008
Passeggiare ancora
miércoles, noviembre 12, 2008
L'intervallo
Hablaré un poco de mí con la reflexión de Matteo, al que he conocido entre clase y clase:
Hoy tengo una de esas tardes completa de clases, así que dedicaré mi tiempo a intentar permanecer mínimamente concentrado. Si tengo suerte me sentaré al lado de alguien que conozco, y si no, me enfrentaré de nuevo al problema de qué hacer entre clase y clase. No sé si esto me ha pasado sólo a mi, que tengo tendencia a ser antisocial, pero el dilema del descanso en solitario hubo un tiempo que me preocupaba.
Estás en clase, y el profesor decide hacer una pausa, entre 5 y 10 minutos dice. Y ahí te quedas tú, medio atontado, sentado todavía mientras todos huyen hacía su merecido descanso. Cada uno sabe lo que tiene que hacer, en qué gastar su tiempo de libertad. Los que fuman lo tiene fácil, los que necesitan hacer fotocopias seguramente vuelvan tarde, y los que se lo pueden permitir, gastan cada intermedio en la cafetería. Sin embargo ahí me quedo yo, con el Friki de primera fila y el chico que lleva jersey hasta en verano, que no habla con nadie y cualquier día trae a clase una metralleta para una fiesta americana.
Al igual que a Matteo, se me ocurrió que llevar un sándwich era la solución. Te levantas tan contento con tu merienda envuelta en papel de aluminio y…y luego, te preguntas dónde te la comes. Así que has pasado de ser el chico que no se levantaba del sitio, a ser el que come un bocata en cada descanso sin levantarse…quien sabe, si se te acerca alguien, a lo mejor hasta puedes gruñirle con la boca llena. Después te viene la genial idea de ir al baño. No puedes ir al baño entre clase y clase, casi siempre hay gente esperando y ¿qué van a empezar a pensar?, ¿Qué tienes un problema de incontinencia?. Para que no empiecen a llamarte Concha Velasco a tus espaldas, lo mejor que se te ocurre es hacerte el interesante y salir de clase con prisa a…mirar el tablón de anuncios, por ejemplo. Tarea superinteresante, pero que termina demasiado pronto, y si no quieres parecer un loco pendiente de las notas, a lo mejor coges el móvil y llamas a alguien para que te entretenga.
Un día te das cuenta que siempre ha estado ahí, en el pasillo hay un radiador cada pocos metros. Solución perfecta para autistas en invierno. Sales de clase, y simulando algo de frío, te apoyas en el radiador. De vez en cuando pasas las manos para hacerlo más creíble, te giras, piensas, te vuelves a calentar, miras a los demás…y ahí está, frente a ti, en el otro radiador, y en el otro, y en el otro…el pasillo está lleno de radiadores y en todos hay alguien sin amigos apoyado. Cómo no quieres parecer un sinamigos te vuelves a clase, a tu mesa, a esperar que termine el dichoso descanso, y las clases, para poder volver a casa.
Últimamente estoy algo agobiado con los idiomas. No puedo dedicarles el tiempo que necesitan, y noto que cada semana hago menos, pero no quiero dejarlos, me encanta aprender, y como dije al principio, el dilema de los descansos ya no me preocupa, dejó de hacerlo hace mucho tiempo, así que ¿Qué más me da si comienzan a verme como el empollón que se pasa los descansos haciendo los deberes de chino? Además, ser amigo del Friki y del Loco, a fin de cuentas, tampoco está tan mal.
En el anterior post el padre, hoy canta el hijo:
domingo, noviembre 02, 2008
Doodle
Un doodle es ese dibujo sin sentido sobre un trozo de papel. Mientras hablas por teléfono o mientras te aburres en clase, tu mano inconsciente trae al mundo un garabato sin conciencia, que al final, te mira preguntándote el sentido de su existencia. Y no lo hay. Es tan sólo que la mente usa la mano como vía de escape, como medio para expresar aquello que de otro modo es incapaz de transmitir. Y allí está ese garabato, ese monigote, esa espiral sin lógica…
Me aburre hablar por teléfono, no es sólo que no me guste, es más bien que después del saludo inicial y de haber cumplido con el objetivo de la llamada, la continuación es una exponencial creciente de aburrimiento sin límite superior, que me lleva a escuchar y responder con monosílabos, hasta la liberación de colgar. Me gusta hablar, pero cuando la conversación deriva en “bueno y ¿qué tal?” o “venga, cuéntame algo”, ese hablar por hablar que me encanta de cara, por teléfono, simplemente me aburre al infinito. Entonces, a veces, hago doodle, que suelen ser espirales o también líneas que no quieren tener ni esquinas ni final, a veces una cara, a veces hago un ojo, pero cómo no me gusta que me miren desde el papel suelo tacharlo, pero, lo que más hago últimamente son esas líneas rodeadas de ondulaciones rellenas de color. Conozco a quien copia una y otra vez cualquier cosa que ya estuviese escrita en el trozo de papel, a quién hace labios y a quién hace flores. Conozco a quien se retrata en caracoles y se esconde tras la concha. Hay quién escribe números y quién dibuja ropa, quien dibuja penes y quien hace tetas, grandes, pequeñas, medianas… y quién, a base de pelos dibuja cualquier cosa geométrica.
Un psicólogo te diría que todo tiene un sentido, desde la posición respecto al papel en la que lo has dibujado, hasta la presión con la que apretaste el bolígrafo, sin embargo, estoy convencido que un doodle es como yo, un garabato sin sentido, pintado de preguntas sin respuesta que no te puedo ofrecer.
El mundo no es perfecto pequeña Ulises, ni es justo, ni tiene sentido, pero para un doodle como nosotros, cualquier raya es un camino.
Una del señor Bob.